El 16,2% de la población española vive en el campo. La brecha entre la población rural y urbana seguirá ensanchándose paulatinamente las próximas décadas en España. En 2018 el 80% de la población española vivía en ciudades, según el Banco Mundial, y en 2050 será ya el 88%, según las proyecciones de la División de Población de las Naciones Unidas Naciones Unidas (ONU).
A este hecho, hay que añadir el progresivo envejecimiento de la población rural, como consecuencia del éxodo de los jóvenes, de tal forma que el 60% de los titulares de las explotaciones agrarias tienen más de 55 años y solamente el 6% tiene menos de 35 años. La baja densidad de población no es el único rasgo que caracteriza la ruralidad, el desarrollo sostenible del medio rural solamente será viable si lleva asociado un territorio vivo y dinámico, habitado por una sociedad avanzada, en el que mujeres y jóvenes compartan protagonismo, por ello debemos formar parte del empoderamiento de la mujer en el mundo rural.
Las mujeres rurales son imprescindibles
Las mujeres en el ámbito rural son un tema muy diverso y muy desconocido a pesar de ser representativas y pilares básicos de un lugar que no quieren abandonar, necesarias para perpetuarlo y tan diferentes entre sí como el medio al que pertenecen.
Aunque sobran ideas, les faltan oportunidades y apoyos. La población femenina española en el medio rural no ha sido ajena a la progresiva incorporación de la mujer al ámbito de la actividad extra doméstica, al mercado laboral y a la sociedad civil en general, producidas en las últimas décadas. Ha aumentado su actividad laboral fuera del núcleo doméstico y está en proceso de desaparición la figura de “ayuda familiar” como dedicación principal, sobre todo entre las jóvenes.
El perfil típico de la mujer rural es el de una mujer casada de 50 años, con una media 2,3 hijos y que dedica diariamente cinco horas a actividades fuera del hogar y ocho a las tareas domésticas. Menos del 9% de las explotaciones son dirigidas por mujeres y son de dimensiones bastante más pequeñas que las dirigidas por hombres. El 82% de ellas ayudan en las explotaciones agrarias, pero el 59% no paga ninguna cotización social por el desempeño de una actividad económica, esto hace que su aportación sea considerada “invisible”.
Las mujeres han demostrado ser una mano de obra flexible, adaptativa y pluri activa, pues en ocasiones trabajan simultáneamente en la explotación familiar y son asalariadas en otro sector de actividad, lo que posibilita la continuidad de la empresa familiar agraria, por todo ello porque son parte necesaria de la evolución de nuestras tierras, tenemos que aprovechar nuestra posición para visibilizar toda su actividad.