La igualdad salarial es un derecho fundamental

Artículo de opinión de Carmen Quintanilla, presidenta nacional de AFAMMER, con motivo del Día de la Igualdad Salarial

El 22 de febrero se conmemora el Día de la Igualdad Salarial con el fin de concienciar y sensibilizar sobre la necesidad de romper una brecha que afecta a las mujeres, pero también a toda la sociedad.

A pesar de los numerosos avances alcanzados en igualdad en las últimas décadas, la brecha salarial sigue siendo uno de nuestros grandes retos pues está presente en todos los países del mundo y supone una de las más graves vulneraciones de los derechos humanos.

La desigualdad retributiva ocasiona mayor pobreza para las mujeres. Sobre todo, para las de más edad que ven como las desigualdades sufridas durante su etapa laboral se traducen en pensiones más bajas en la vejez.

Si miramos a nuestro entorno comunitario observamos como las mujeres de la Unión Europea cobran de media 86 céntimos por cada euro que cobran los hombres, situando la brecha salarial en el 14%. Una desigualdad salarial que antes de la pandemia se situaba en el 9,4%.

Así mismo, en España las mujeres cobran 5.977 euros menos al año que los hombres, situando la brecha de género en un 21,4% por cómputo anual.

Es importante sacar estos datos a la luz pública pues a pesar de que la desigualdad retributiva está constada por diferentes estudios e informes, todavía existe un 23% de la sociedad europea que no considera que los hombres cobren más que las mujeres. Es decir, niegan la existencia de la brecha salarial, a pesar de que ha aumentado con la pandemia del coronavirus cuando saltaron por los aires todos los equilibrios que hacían las mujeres para compatibilizar el cuidado de sus familias con su trabajo.

Por ello, invito a los lectores se paren a reflexionar sobre cómo es posible que en pleno siglo XXI sigan existiendo esta desigualdad salarial. Sobre todo, cuando el número de mujeres con titulación en estudios superiores supera al de los hombres.

Según la OCDE el 54% de las mujeres españolas de entre 25 y 34 años cuenta con estudios superiores frente al 41% de los hombres de la misma franja de edad, mientras que la media de los países de la OCDE es un 52% para las mujeres y un 39% en el caso de los varones.

Existen numerosas causas que desencandenan esta brecha salarial, todas ellas relacionadas entre sí. Por un lado, tenemos un mercado laboral segregado donde las mujeres trabajan mayoritariamente en sectores que están menos valorados a nivel social, y por lo tanto peor retribuidos, a pesar de que estos sectores son fundamentales como así se ha demostrado durante los momentos más duros de la pandemia. Es el caso del sector servicios, el de los cuidados, la educación etc.

Por otra parte, los contratos a tiempo parcial tienen rostro de mujer pues ellas ocupan más del 70% del empleo parcial. El 46,9% de ellas alega acogerse a la parcialidad como consecuencia del cuidado de personas dependientes o por no poder costear servicios adecuados para el cuidado de sus hijos y/o familiares dependientes.

En el caso de las mujeres rurales la ausencia de corresponsabilidad y las dificultades para conciliar su vida profesional y laboral se ven aumentadas por el hecho de vivir en un entorno carente de servicios, donde el envejecimiento de la población está más acusado y tienen menos oportunidades económicas y sociales.

Mientras que las mujeres rurales dedican 2 horas y 7 minutos de media al día más que los hombres en las tareas del hogar y los cuidados, en el caso de las urbanas esta diferencia se reduce en 1 hora 57 minutos. Se estima que esta desigualdad en la conciliación de las mujeres rurales supone un coste de 38.500 millones de euros para España, equivalente al 3,1% del PIB de 2019.

Por ello hoy es más necesario que nunca alzar la voz y pedir que se derriben los obstáculos que impiden que la igualdad salarial sea una realidad. Pues rompiendo la brecha salarial rompemos con la brecha de género en nuestras pensiones que provoca que las mujeres apenas cobren 800 euros de media al mes en sus pensiones contributivas frente a los 1.200 euros de media que cobran los hombres.

No quiero finalizar sin hacer hincapié en que la desigualdad retributiva es un problema que repercute en todos los ámbitos de la vida social, económica y en la toma de decisiones y que por tanto, mujeres, hombres y las propias empresas debemos caminar juntos para alcanzar la igualdad retributiva.

Carmen Quintanilla Barba
Presidenta nacional de AFAMMER
Parlamentaria de Honor de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa
Diputada y senadora de las Cortes de España (2000-2019)