¨La cárcel de mi vida¨

Raquel Camuñas | 25 de octubre de 2022. Madrid

Hoy en día, es bien conocido por todos, el término de violencia de género. Es raro no encontrar alguna noticia, ¨casi diaria¨, referida a este problema. Pero, hace unos 30 años, este concepto no estaba tan difundido como ahora porque formaba parte de la vida íntima y era considerado ¨un asunto de familia privado que no debía trascender de puertas para afuera¨ y, por lo tanto, en el que no se debía intervenir.

Yo, por aquel entonces, tenía una conocida con la que coincidía ocasionalmente. Me parecía una chica callada, miedosa y retraída. Un día, por casualidad, me invitó a comer a su casa y fue cuando descubrí ¨su gran secreto¨. Su padre, un hombre autoritario y ¨un poco chapado a la antigua¨, era un tirano y un dictador. Trataba despectivamente a su madre, insultándola incluso delante de mí, que era casi una completa desconocida. Le decía: ¡¨Tú, cállate, subnormal, que no sabes ni hablar! y la mujer se callaba y se iba a la cocina. Lo peor de todo era que el resto de la familia no decía nada, seguían comiendo como si no pasara nada. El padre, mientras tanto, se centraba en contar lo mal que lo había pasado en la vida. Sin ninguna intención por mi parte de excusarle, diré que este, a su vez, había tenido un padre que también se comportaba como un tirano con su madre y con su familia. Les había abandonado siendo él muy pequeño para irse a trabajar a Madrid. Cuando el padre de mi amiga tuvo edad suficiente para trabajar, fue reclamado por su padre y, así, el dinero que ganaban entre los dos, era despilfarrado en apuestas de cartas casi diarias, mientras que su mujer y sus hijos debían apañárselas malviviendo en un pequeño pueblo del norte de España.

Volviendo a mi amiga, observé que ella tenía miedo de su padre. Le obedecía si rechistar igual que el resto de su familia. Según ella, con este comportamiento evitaban sus¨ ataques¨ y sus insultos diarios. Además, era un hombre que le gustaba beber y con esto hacia a la familia más vulnerable. Los maltrataba a todos psicológicamente con sus humillaciones, desvalorizaciones, menosprecios y amenazas.

Un día, mi amiga me contó que, siendo pequeña, en un día de Reyes, su padre le quitó su regalo para dárselo a una hija de un familiar porque se le había olvidado comprarle algo. Con este comportamiento, podríamos imaginar cómo se sentiría una niña de 6 años ante un padre injusto que hacía lo que quería sin respetar a nadie y la confusión emocional que podría sentir.

Con el tiempo, esta chica creció llena de miedos e inseguridades y se hizo una mujer adulta. Se independizó y tuvo ¨la gran suerte¨ de elegir al hombre equivocado para iniciar una relación sentimental. Era una persona autoritaria, inflexible y narcisista. Ella ¨parecía¨ contenta con esta nueva situación, pero, poco a poco, comenzó a darse cuenta de que la historia se volvía a repetir. Mientras tanto, su padre falleció y, gracias al apoyo de su madre (ahora liberada por fin), decidió salir del círculo que la perseguía durante tanto tiempo y abandonar a su pareja. Buscó ayuda profesional para tratar de normalizar su vida, pero no lo consiguió.

A día de hoy, siendo ya una mujer madura que ronda los 50 años, es una persona desconfiada, solitaria, negativa y recelosa. Se ha distanciado de su familia porque, según sus palabras, ¨nunca me han querido¨ y vive en otra ciudad sola y amargada. Ha tenido una vida tan complicada que ahora no sabe y no puede disfrutar de ella y, como ella bien dice para describirla: ¨vivo encerrada en una cárcel transparente y sin barrotes: es la cárcel de mi vida¨.

 

Raquel Camuñas a 25 de octubre de 2022. Madrid.